Anoche tuve un sueño. De esos sueños que, sin ser pesadillas, hacen que nos despertemos en la mitad de la noche acongojados y con la almohada mojada.
Mirando esta taza de café mañanero trato de recordar el sueño, que era algo así, mas o menos: Ocurrió en un lugar, donde la gente vivía preocupada por el trabajo, los quehaceres de la casa, estirando los sueldos, discutiendo de política, viendo noticieros en la tele con noticias que impactaban sobre sus tripas, produciéndoles algunas úlceras y gastritis y tomando pastillitas chiquitas para poder dormir. Casi nunca levantaban la vista para mirar el cielo, que siempre estaba gris.
Todo este transcurrir era observado desde una nube suspendida sobre ese triste, gris e invernal territorio, por un señor de buenos sentimientos hacia los demás, con poderes para hacer y deshacer lo que le viniera en ganas.
Un buen día, después de varios de escudriñar detenidamente los aconteceres de esos tristes habitantes, se decidió a cambiar la situación y el ánimo de los mismos. No encontró mejor manera que aprovecharse del descuido de algunas mujeres-y como el tipo todo lo puede- mediante no se que complejo proceso, instaló en las panzas de ellas algo que con el tiempo vino a resultar en unas criaturas muy dulces, bonitas, alegres, de ojitos buenos y que repartían cariños a quien quisiera mirarlas. Eran como solecitos que cubrían el cielo.
Y así las cosas cambiaron y el gris se trocó en colores vivos, y todo se iluminó, y apareció el arco iris, la gente sonreía y de los cables colgaban globos, abundaban los payasos, se instalaron calesitas, los parques y plazas se llenaban los domingos, había carritos que vendían algodón dulce, sonaban canciones, se festejaban los cumpleaños con torta y velitas. Esas señoras que en un tiempo andaban distraídas, ahora sonreían con cada monería de esos solcitos.
Pero viene a cuento que al ver el cambio producido en la sociedad de ese lugar, desde otros pueblos fueron a visitar a ese tío que todo lo puede, y después de largas charlas, pedidos y ruegos, el señor, que además era muy suelto a la hora de dar, utilizando el mismo procedimiento anterior iba repartiendo felicidades en los lugares donde lo requerían.
La cosa fue que la demanda era mucha y en el afán de querer complacer a todos, se le ocurrió una idea. Además como estaba cansado con eso de inflar panzas y pancitas puso en práctica el nuevo plan: así como había instalado en esos lugares los solcitos llenos de vida- todo con el ánimo de que otros pudiesen disfrutar- seleccionó las criaturas mas bonitas, las de los ojitos mas buenos, las fue retirando de donde estaban y las llevó como préstamos a los lugares donde aún el cielo estaba gris. El tema fue que con el apuro se olvidaba de contarles de la situación a las señoras que las habían cobijado en su panzas. Por apurado no les aclaraba que no debían desesperar, que sus divinas criaturas iban a repartir felicidad por otros lares como lo habían hecho con ellas y que no era definitivo, que volverían un día a alegrar sus vidas. Que el dolor que hoy sentían por lo que consideraban una pérdida no debía empañar la felicidad que habían recibido de sus solecitos.
Claro que les llevará un tiempo entender la cuestión.
Bueno, que el sueño me hizo despertar angustiado pero ahora estoy viendo por la ventana que el cielo está azul y que un sol ilumina esta primavera. Aunque mirando bien, no es un sol, son muchos solcitos y hasta creo que me sonríen.
martes, 28 de septiembre de 2010
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