miércoles, 11 de noviembre de 2009

Cajita de Música (José Pedroni)

Cuando estoy triste lijo
mi cajita de música.
No lo hago para nadie,
sólo porque me gusta.

Hay quien escribe cartas,
quien sale a ver la luna,
para olvidar, yo lijo
mi cajita de música.

Amarga es la madera
de palo santo, dura.
Pero es como el amor
que no huele y perfuma.

Cuando estoy triste lijo
mi cajita de música.
Porque te vas y vuelves,
no he de acabarla nunca.

Te espero. Mi tristeza
huele a ti y es menuda.
Tengo las manos verdes
esta noche de lluvia.

viernes, 6 de noviembre de 2009

CUNA (José Pedroni)

Haz con tus propias manos
la cuna de tu hijo.
Que tu mujer te vea
cortar el paraíso.

Para colgar del techo,
como en los tiempos idos
que volveran un día.
Hazla como te digo.

Trabajarás de noche.
Que se oiga tu martillo.
"Estas haciendo la cuna"
que diga tu vecino.

Alguna vez la sangre
te manchará el anillo.
Que tu mujer la enjuague.
Que manche su vestido.

Las noches serán blancas,
de columpiado pino.
Harás según el árbol
la cuna de tu niño.

Para que tenga el sueño
en su oquedad de nido.
Para que tenga el ángel
en un oculto grillo.

La obra será tuya.
Verás que no es lo mismo.
Será como tu brazo
la cuna de tu hijo.

Se mecerá con aire.
Te acordarás del pino.
Diras: "Duerme en mi cuna".
Verás que no es lo mismo.

jueves, 5 de noviembre de 2009

sendero descendente

Este camino algo estrecho
esta ladera que baja
este declive suave
este pasaje de ida
esta mochila con recuerdos
estas luces que se apagan
este cerrar de puertas
este horizonte que se pierde
esta barba blanca
este reloj apurado
estos huesos que se quejan
estas letras que se achican
estas risas que se alejan
estos latidos que trotan
este andar pausado.
Este saber que no hay prórroga.

CUCHILLOS (Poldy Bird)

A lo largo de la vida uno se acuchilla muchas veces.
Se va matando de a poco, no sé si me explico bien: uno se va matando de mejor a peor.
El primer homicidio lo cometemos con un niño que cree que los animales y las mesas y las
puertas y las margaritas hablan.
Entonces queda, herido pero sobreviviente, un adolescente que sabe que eso no es cierto, que sabe que los animales y las mesas y las puertas y las margaritas no hablan, pero sabe también
que todo mal será rectificado, que cada gota de nuestro sudor será pagada con un pan y la capacidad de nuestro corazón será colmada con amor.
El adolescente sabe llorar, no le importa tener que rebajarse y suplicar, es capaz de ofrendar su vida por un ideal, de erguirse ante la injusticia, abofetear al tirano y partir su pan en dos, en diez,
en cien, sin escuchar el murmullo de voces que va creciendo a su alrededor y entre las que se
distinguen palabras que se forman en el aire como volutas de humo de un cigarrillo. Primero
son palabras sueltas a las que no les da ninguna importancia. No las une. No forma frases ni oraciones con ellas. Sirve. Esfuerzo. Que. Para. Mundo. Es. El. Desprejuiciados. Ataquen. Atacar.
No. Los. Te. Hay. Estar. Para. En. Guardia.
Pero a fuerza de oírlas y oírlas termina por querer saber su significado. Las mueve, las balbucea,
las cambia de lugar, las pone en hilera para formar un trencito y luego llora sobre ellas... llora
porque no le gusta lo que esas palabras puestas así le dice: "Para que sirve el esfuerzo?, el mundo
es de los desprejuiciados. Hay que estar en guardia, atacar para que no te ataquen". Llora sobre
las palabras, las detesta. Mira a su alrededor buscando a alguien que le de la razón, que las odie
tanto como él.
Pero se siente solo, absolutamente solo. Es él, nada más que él, su pelo, sus ojos, sus manos,
su cuerpo hermoso... y las palabras.
Hasta que al fin, tan cansado, tan triste, tan gris, hace con ellas un cuchillo delgado ... filoso. Y
se suicida.
Alguien se sacude esa muerte, esa ceniza. Alguien muy educado, con corbata y saco, con los
zapatos lustrados y un horario estricto que cumplir. Que suerte, un horario y un sueldo que cuenta con exactitud cada mes.
Este alguien está muy enterado de todas las cosas que suceden en el Universo porque lee los
diarios y conversa con los otros adultos en los colectivos, las oficinas, en los bares, en la calle.
Está orgulloso de su información; orgulloso de ser tan civilizado y no excederse nunca en nada.
No se parece a aquel niño ávido y curioso, a aquel adolescente desordenado y vehemente.
¡Por suerte pudo pudo acuchillarlos! Por suerte pudo deshacerse de ellos para que no lo
estorben, para que no le vayan a hacer el chiste de serrucharle la estructura y ..."Alguien" es
un hombre.
En alguna parte hay un rótulo que le corresponde y que en vez de figurar en una planilla debería
estar recortado y pegado en su frente, para una mejor organización de todas las cosas. Nombre.
Apellido. Edad. Profesiòn. Estado Civil. Domicilio. Sueldo.
En la enorme planilla no hay preguntas verdaderamente importantes: ¿ Es feliz? ¿De que tiene
miedo? ¿ Está enamorado? ¿ Que tararea cuando se baña?.
Alguien es un hombre.
Habla como un hombre. Piensa como un hombre. Siente como un hombre. ¿Qué es lo que piensa,
qué es lo que siente? Nada raro, lo mismo que piensan y sienten todos los hombres ¿Qué es lo
que hace? Lo mismo que hacen todos. Corre a los colectivos, les da limosna a algun pordiosero
(Por si acaso es cierto que allá arriba...) se emociona un poco -lo suficiente- el día de su casamiento durante la ceremonia religiosa, el día que nace su primer hijo, el día que por fin
escritura el departamento propio. No tiene tiempo para tonterías: no tiene tiempo para remontar
barriletes, juntar caracoles, tirarse boca arriba bajo un árbol y quedarse en silencio varias horas
pensando ... No puede desperdiciar en pavadas así la cuerda que se da todas las mañanas.
Pero un día ... un día se despierta llorando, se mira al espejo, se mira las lágrimas mezcladas con
las arrugas y las canas, repite su nombre y su edad como si fuera una plegaria y luego grita el nombre de su hijo.
Su hijo adolescente que aún cree y aún puede salvarse "Aún puede salvarse" se repite hasta
que le duele la lengua.
Corre, corre ... atraviesa el pasillo hay que salvarlo, hay que salvarlo ... hay que esconder todos
los cuchillos, hay que convencerlo de que la vida es bella y hay que tomarla dulcemente por la
cintura y hundir la cabeza en su pecho y hay que guardarse un tiempo para gastarlo sin hacer
nada, simplemente remontando barriletes, conversando con las piedras o pensando cara al cielo
bajo un árbol. Y hay que saber llorar y partir el pan en dos, en diez, en cien y abofetear al tirano
y erguirse ante la injusticia porque todo mal será purgado y todo error rectificado...
Corre por el pasillo, abre la puerta del dormitorio del hijo al mismo tiempo que suena el
despertador y el muchacho salta de la cama.
- Creíste que me iba a quedar dormido? Ya no soy una criatura papá.
Habla de responsabilidades mientras se ajusta la corbata. Luego se pone el saco.
- No quiero llegar tarde- musita - Hay que estar en gurdia, hay que atacar para que ...
No, ya no puede parar los cuchillos que han sido lanzados.