...habia una vez un chico al que le gustaban los trenes. Soñaba con viajes en trenes que surcaban continentes, que recorrian países exóticos, vías colgadas de precipicios y paisajes que se pintaban en las ventanillas.
Hoy no deja de recordar viajes familiares en vagones con olor a limpio, con un tipo que recorría el pasillo ofreciendo a viva voz: coooooca cola, coooocacola, o : saaanguches saaanguches de jamón y queeeeso o llevando dos jarras grandes de aluminio al grito de: cafeeee cafeeee con leeeche. Siempre de impecable chaqueta blanca con botones color plata.
Otro personaje era el guarda o inspector que vestido de azul y dorado recorria los vagones diciendo: pases, boletos y abonos.
Aquel chico ya crecido, cada tanto se daba el gusto de viajar en trenes, recorriendo estaciones abandonadas y fotografiando trenes que agonizaban en vìas deterioradas.
El tiempo pasó y los años llegaron volando pelos y encaneciendo barba pero que no alcanza para menguar su interés por los rieles y vagones.
Y como dicen los que algo saben, "los sueños se cumplen" y para confirmarlo, al muchacho trenófilo, una noche se le apareciò un hada de esas que no llevan ni bonete ni varita, quien con algo de engaño y enredo lo condujo a traves de andenes con poca luz , desorientado y ansioso cuando de pronto estuvo frente a una formación de vagones con colores verde y blanco. Sorprendido de boca abierta y ojos tan grandes que ocupaban toda la cara, se le estrujó el corazón de tal manera que tuvo que esforzarse para contener la emoción porque en ese instante le vino a la mente el recuerdo de una estación, un tren, una despedida, llevado de la mano por un brazo moreno y velludo de alguien que le decia: "alguna vez vamos a viajar en un camarote como este".
Ahora escuchó al guarda que dijo: por aqui, camarote número cinco.
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