viernes, 22 de octubre de 2010

ceniciento

Tranquila, duerme mujer
no temas ni te inquietes
no te asustes, soy yo.
Soy ese que cada noche
desde hace tiempo
vuela hasta tu casa
ingresa por la ventana de tu cuarto
entra sin hacer ruido
se acerca despacio
tanto que casi roza tu piel.
Y te miro
y no me canso de mirarte.
Ay! si me vieras, si me miraras también.
Que no daría por compartir tu lecho
mis manos flotan en el aire
anhelan tocarte, acariciarte.
Puedo ver tus labios entreabiertos
el dibujo de tu sonrisa
el ronroneo de tu respiración
tus pechos que suben y bajan
tu pelo sobre la almohada
siento tu aliento cálido
tu perfume
puedo ver que te acurrucas.
Hasta creo adivinar tu sueño
y deseo estar en él.
Quisiera que despiertes,
que tus ojos grandotes
me miren sorprendidos
que tus brazos se estiren hacia mi
y me lleves contra tu pecho
que me digas en silencio las palabras que imagino
y abrazados entre susurros
nos encuentre la mañana.
Pena que el cielo está rompiendo
y que el sol se anima a nacer recordándome
que ya es hora del vuelo de regreso
y el ceniciento debe irse.
Pero volveré mañana
y todas las noches
hasta que en una de esas madrugadas
despiertes y me retengas a tu lado.

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