lunes, 11 de julio de 2011

quien ganó?

En una ciudad, capital de un país llamado Tilinguilandia, se realizaron elecciones para elegir al jefe de gobierno de ese lugar. Se presentaban varios candidatos y como es lógico la pelea sería entre dos o tres que sumarían la mayor cantidad de votos. Los candidatos con mayores posibilidades eran tres: Mauricio, bostero incurable y poderoso empresario, quien se postulaba por la reelección, Daniel, el aspirante que contaba con el apoyo, los fondos y todo el aparato de la banda (partido) gobernante en el ámbito nacional y Pino, un señor mayor, canoso y utópico. Como lo manda la ley electoral, si ninguno de los postulantes llegara a cosechar la mayoría necesaria, se volvería a votar unas semanas mas tarde para elegir entre los dos mas votados en la elección primera.
La votación se realizó el domingo próximo pasado en un clima de cierto " respeto y convivencia democrática" sin incidentes notorios.
Como era domingo y después de un mediodía largo de asado en la casa de su hija preferida, don Manolo se tiró un ratito a dormir la siesta, y no sabe si fue por efecto del rico vino tinto que su yerno no dejó de servirle o por la pastillita que toma diariamente para la "presión" o tal vez la suma de ambas cosas, que el buen don Manolo vino a despertarse pasadas las siete de la tarde.
Después de calentar el agua para el mate diario encendió el televisor y como era previsto, los canales de noticias hablaban de sólo una: "elecciones en la capital".
Al pasar frente al tele y camino a la cocina para buscar los elementos materos, miró los resultados al pie de la pantalla: Mauricio 47%, Daniel 27 y pico % y Pino no llegaba al 13%, los demás ni figuraban. Hizo la cuenta rápida y pensó que con semejante resultado, el ballotage sería como innecesario o redundante porque la suma de los votos del segundo mas los votos de los que le siguen no pueden llegan nunca a empatar los del primero. Indiscutiblemente y en la práctica ya estaba el ganador.
Mientras el agua se calentaba, abrió la ventana para ver como la tarde se hacía noche, dio de comer al perro y le protestó al morrongo porque ocupaba el sillón.
Al fin después de echar al gato se sentó como para mirar tranquilo la tele y tomar sus matecitos tardíos.
En la pantalla apareció el candidato Daniel, sobre un escenario rodeado de militantes que lo vivaban al compás de los bombos camioneros, con gestos de agradecimiento se largó con un discurso triunfalista, desafiante y denostador de su adversario Mauricio.
Don Manolo, se sintió confundido, miró a su alrededor-por eso de ubicarse en tiempo y espacio-y se le hizo un lío en el melón, no entendía nada, creyó que había mirado mal y que el ganador no era Mauricio sino Daniel. Cambió de canal y los demás canales con lo mismo: los resultados impresos dando perdedor al del discurso ganador.
En otro canal apareció un funcionario del gobierno nacional con el rango de ministro, vociferando que estaba mal hablar de ganador, que aún faltaba la segunda vuelta. Luego otro ministro y otros cómplices con el mismo decir.
Antes, se dijo para adentro don Manolo, los que perdían saludaban a los que ganaban, aunque sonara falso era parte de la convivencia y no lejano de las buenas costumbres. Bueno, los tiempos cambian y las costumbres también. En la prehistoria los perdedores reconocían las derrotas, y dicen los que saben, que ese gesto los hacía grandes y respetables.

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